Construnotas Acapulco la Red

¿Un misil para destruir a un obispo?

Joel Solís Vargas

“El obispo emérito fue encontrado con otro hombre en el motel: Jorge Ortiz, comisionado estatal de seguridad”. Así tituló un medio de comunicación digital de Acapulco la supuesta información que proporcionó a reporteros en Morelos el responsable de la seguridad pública de ese estado, quien, a no dudar, así quería que los medios la titularan.
Y presentada así la supuesta información —que parece, más bien, desinformación— deja en quienes saben leer entre líneas la impresión de que se trata de un plan con maña, orquestado desde el poder, para despedazar la credibilidad de un obispo que ha resultado muy incómodo a las autoridades, en especial a la gobernadora Evelyn Salgado y a su padre, el senador Félix Salgado Macedonio, pues ha dedicado buena parte de su ministerio a suplir sus deficiencias en materia de seguridad pública y a señalar su incapacidad, sus yerros, sus deficiencias y sus corruptelas.
Se trata de Salvador Rangel Mendoza, obispo emérito de la diócesis Chilpancingo-Chilapa, por cuya intermediación los principales grupos criminales que operan en la entidad han llegado a pactar la paz, lo cual no han podido o no han querido hacer las autoridades.
Y en su celo por cumplir ese papel incluso se le ha pasado la mano, como cuando declaró que el marido de la gobernadora es en realidad su amante, pues el hombre está casado con otra mujer.
No es difícil imaginar el enojo de la mandataria y de su padre a causa de tal señalamiento.

Invasión de funciones.
Resulta extraño que el comisionado de Seguridad Pública de Morelos, José Antonio Ortiz Guarneros, haya acudido al motel donde fue hallado el obispo emérito a investigar las circunstancias en que fue localizado, porque la ley asigna la facultad de investigar los hechos con perfil delictivo sólo a la fiscalía del estado.
El comisionado de Seguridad se quejó de que cuando llegó al establecimiento ya estaban ahí los fiscales y los técnicos de la fiscalía, y de que ya no le permitieron ingresar a la escena del posible crimen.
Ha de saber el comisionado que el primer respondiente a la alerta sobre un posible delito tiene la obligación de resguardar la escena del posible crimen para preservar los indicios, para que los técnicos de la fiscalía puedan llegar con más rapidez y certeza a conclusiones que permitan a la autoridad determinar cómo ocurrieron los hechos y capturar a los autores, si los hubiera.
Así que su queja porque no le permitieron ingresar a la escena del posible crimen está algo fuera de lugar.
Luego está el hecho de que el funcionario reveló a los medios información que tal vez no debió revelar por la simple razón de que es parte de la investigación: que el prelado llegó al motel “por su propio pie” y en compañía de una persona, de la cual se tomó la libertad hasta de revelar el sexo: hombre.
Tanto atrevimiento despierta sospechas, pues el comisionado, como funcionario de alto rango que es, de seguro conoce muy bien los límites que le impone la ley. Ya el lector ha de recordar el axioma que establece que los ciudadanos pueden hacer todo lo que la ley no les prohíbe, pero los gobernantes sólo pueden hacer lo que la ley les ordena.

Cómo destruir la credibilidad de un obispo
El modo en que el comisionado presentó su información parece tener la finalidad de orientar la opinión de sus interlocutores hacía concluir que el obispo es gay de clóset, pues entró al motel “por su propio pie” y acompañado de un hombre, y en la habitación que ocupó fueron hallados condones y Viagra. Y encima de todo, los análisis clínicos al jerarca católico mostraron que había cocaína y somníferos en su sistema. O sea que aparte de homosexual es drogadicto. Ya sólo le faltó decir que el hombre que lo acompañaba era de raza negra y de gran estatura (este ejemplo es sólo por emplear un cliché muy extendido).
No pretendo sacar conclusiones —como que el obispo no tiene deseos sexuales o como que los tiene, pero son distintos a los que admite la Iglesia para un hombre—; sin embargo, como que esta mesa está muy puesta para sacarlas, ¿no? Está como pensada para despedazar la credibilidad y el prestigio del obispo que ha puesto en aprietos a varios gobernadores, y en especial a la gobernadora Evelyn Salgado.
No hay que olvidar que el encargado del despacho del Poder Ejecutivo de Morelos es militante de Morena.
Por eso lo que pasó con el obispo emérito es sospechoso de montaje, término que, por cierto, emplean mucho los dirigentes de ese partido para refutar señalamientos en su contra.

Escopolamina, otra hipótesis
La escopolamina, también conocida como burundanga, es un alcaloide que emplean algunos delincuentes para lograr la “sumisión química” de sus víctimas, sobre todo de robo y abuso sexual, pues la intoxicación con ella anula la voluntad, produce desinhibición y genera amnesia.
Muchas chicas han sido víctimas de la escopolamina. Como anula la voluntad, en apariencia ellas “deciden” irse con el victimario y entran “por su propio pie” a los moteles, donde pueden ser violadas y hasta asesinadas.
Por supuesto, no sólo son mujeres las víctimas.
La escopolamina, en presentación polvo, puede diluirse en bebidas o puede ser soplada para que la víctima la ingiera sin darse cuenta. Una vez consumida, pierde la conciencia y se vuelve vulnerable. También la venden en forma de comprimidos o como parche.
En medicina se utiliza para prevenir mareos en barcos, aviones y vehículos en movimiento. La Nasa la proporciona a sus astronautas para combatir el mareo en sus largos viajes espaciales.

Captores cuidadosos
Un lector de Armando Fuentes Aguirre, más conocido por Catón y autor de la columna De política y cosas peores, escribió una carta al periodista:
“El hotel donde ‘apareció’ (cuidadosamente devuelto ahí por sus captores) es famoso como refugio tolerante a fiestas gay con consumo de drogas. No es chisme ni presunción: tengo un conocido (gay y sacerdote.) que lo ocupa con frecuencia para sus fiestas. Alguna vez, me contó, al escuchar un camión de bomberos que pasaba por la avenida, creyó que era la policía que venía por él porque estaba hasta las orejas de cocaína y se aventó por la ventana desde un segundo piso. Los empleados del hotel son experimentados y tienen un procedimiento establecido: no hacer preguntas pero llamar a paramédicos para que vengan a recogerlos y los ingresen en el hospital., como ocurrió esta vez”.
“Famoso como refugio tolerante a fiestas gay con consumo de drogas”… Ahora imagine a un obispo activísimo crítico del régimen dándose su escapada para dar rienda suelta a su preferencia sexual en un sitio así, “famoso”.
Prosigue la carta:
“De entrada resulta sospechoso que unos secuestradores depositen cuidadosamente a su secuestrado (incluso avisando a recepción) en vez de tirarlo en un lote baldío”.
Tienen razón el encargado del despacho del gobierno de Morelos y su comisionado de Seguridad: no se trató de un secuestro. Fue algo más perverso.